Todo sobre el “Wine Colours Music Fest 2015”

Si me pidieran describir mi experiencia en el “Wine Colours Music Fest 2015” sin duda sería: inolvidable. Y no, no porque haya sido algo increíblemente cursi por recordar porque fui con mis amigas y bla bla, sino porque fue toda una experiencia, a ratos un poco vergonzosa, pero a otros muy divertida por contar.

Para empezar la idea de ir surgió, porque ese mismo fin de semana era el festival “Vaivén” en Teques en donde se presentó Capital Cities. Pero dada su mala organización en cuanto al tema de transportación, mi mejor amiga Andrea y yo decidimos abortar misión. Así que por azares del destino este otro festival se puso en nuestro camino y dijimos ¿por qué no?.

La cosa acá era más fácil, porque había un paquete llamado “Facebus” que te incluía el transporte ida y vuelta, así como una botellita de vino, tu hermosa playera tamaño camisón y los polvitos holi de colores para aventar a la hora del festival.

Todo sonaba muy bien, así que compramos 3 pases, para Andrea, su amiga Pau y yo. El día del evento llegamos tempranito, tomamos nuestro camión y como éramos 3 Andy tuvo que compartir lugar con una chica que al final del viaje no olvidaríamos fácilmente. En el camino, ya saben, no falta el brother que se echó unas tortas de tamal antes de subir y que evidentemente después harían efecto, dejándonos un bello regalo en el único baño por compartir.

Pero bueno, eso pasa en cualquier camión de pasajeros. Así que después de retener nuestros líquidos, en un par de horas llegamos a los Viñedos de La Redonda en donde sería el festival.

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Fuimos de los primeros en llegar y como buenas despistadas y desorganizadas que somos, empezamos pintándonos nuestras bellas caritas y dejando nuestras huellas en el muro de la futura ebriedad, cuando lo primero que había que hacer era recibir nuestra copa de bienvenida, la cual, amigos de La Redonda, hubiera sido mejor pedirnos morder las uvas sin madurar, que recibir un vino que sabía a casi empacado un día antes.

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Pero equis, somos chavas –o eso creemos– así que dijimos que más da que el vino sepa horrible, los viñedos están hermosos, subamos al camioncito para recorrerlos. Pero ¡oh sorpresa! nuestro paquete no incluía esa bonita atracción, solo la de recorrer las cavas, las cuales nunca visitamos porque pues siempre que pasábamos estaba cerrado.

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Pero ¡qué no muera la esperanza! eso daba igual. Era un festival, no íbamos precisamente a eso. La música empezaba a la 1 p.m. y como afortunadamente sí teníamos las botellas que incluía el paquete, buscamos un lugar para sentarnos y resguardarnos del sol, compramos unos quesitos, abrimos una botella y ¡adiós mundo cruel!

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La verdad es que esta fue la siguiente decepción, pues el vino nuevamente era pésimo, pero la cuestión era que la gente ya había llegado, y muy inteligentes los organizadores, solo pusieron un punto de venta de botellas, así que la fila era peor que subirte al Kilauea de Six Flags en semana santa…

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Así que total, teníamos 3 botellas con un grado tan dulce que podríamos haber caído en coma diabético al instante. Pero pues que esto, que el otro, era vino. Además, en la zona en la que estábamos la música era mucho mejor que la del escenario. El ambiente estaba más bueno, con decirles que hasta hicimos 2 nuevas amigas súper cool, de las cuales no recordamos sus nombres, pero chicas ¡las queremos!

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Llegó el momento en el que habíamos aniquilado las 3 botellas de vino, así que Andrea junto con una de las chicas que conocimos se dieron a la misión de meterse a la fila, para obtener un par de botellitas tantito mejor. Después de tomarlas el efecto era obvio: sueño+vino+pasto= siesta segura.

Después de al menos una hora de quedarnos dormidas, despertamos con mucha pila para el momento que habíamos esperado todo el día: aventarnos los dichosos polvos de colores. Así que fuimos a la zona del escenario, en donde ya estaba tocando un DJ muy bueno y la fiesta de color empezó.

Aunque los polvos que vendían no se impregnaban tanto en la ropa, la cosa era estar en medio de todos, gritando y echando relajo. Así que el cometido se cumplió.

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De pronto vocearon que los que veníamos en el Facebus teníamos que partir ya, así que como mamá llevé a mis hijitas al baño y nos enfilamos al camión.

Aunque todas evidentemente estábamos algo enfiestadas, siempre hay alguien que te dice quítate que ahí te voy. Así que como recordarán Andy tenía una compañera de asiento, que descubrimos iba junto con sus primas, las cuales nos presumieron su récord de haberse tomado ¡20 botellas de vino! botellas que pudimos degustar olfativamente en el camión, porque no se quedaron en sus bellos y redondos cuerpecitos.

Así que fueron las 2 horas y media más apestosas y largas de mi vida, porque Andy y Pau se cuajaron en sus respectivos asientos y como yo nunca puedo quedarme dormida en los camiones,  presencié todo el show de nuestras bellas y a la vez desagradables compañeras de asientos.

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En conclusión, el festival está cool, pero si te vas a lanzar el próximo año, asegúrate de que si vas a tomar el camión, tu compañero de asiento vaya en buenas condiciones al regreso, o como Pau, que como las grandes aguantó hasta que llegó a su casa (perdón Pau, ¡te quiero!).

El vino no es el mejor del mundo, la verdad es que es mil veces más rico el de Freixenet, pero cumple con el objetivo si alcanzas a comprar botellas frías. Los viñedos están muy lindos, así que esos si vale la pena recorrerlos. Y la comida que ofrecen en el festival está rica, además de los stands de pizza, tacos y carnes frías, hay varios food trucks con cosas yummy.

Leslie Pérez

Soy mexicana, capricornio, mamá, estratega de contenido, asesora en redes sociales, amante de la comida y la cocina, la decoración y las plantitas.

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